26.8.06

"Cuando deja de latir"


Apenas quedaban unas horas y mi mente no podía parar de pensar. Sentía miedo. No quería enfrentarme a ese momento en el que, a través de un pequeño diafragma y un fonendoscopio, comprobara que aquel corazón hubiera dejado de latir.
Me preguntaba por qué tenía esa sensación, por qué cada día cruzaba los dedos esperando no ser yo quien tuviera decir: "lo siento, pero no hemos podido hacer nada...", hasta que me dí cuenta de la verdadera razón. Sí, yo creo en la vida después de la muerte, creo en un cielo, pero aunque puedo escuchar el tic-tac del corazón de mis pacientes, no puedo ver lo que se encuentra en su interior, y eso me aterra. No, en contra de lo que intentaron enseñarme en la Facultad: "no soy dios". Me hace sentir impotente, hace que me de cuenta del gran sufrimiento que podríamos habernos evitado si todo hubiera sido diferente desde el prinicipio y no hubiéramos tenido que pasar por este trance.
Sí, la muerte es fea. Ese momento en el que el organismo se para es duro para cualquier ser humano, y aunque no tenga miedo a la mía propia (aunque reconozco que sí lo tengo al sufrimiento), sí tengo miedo a la de las personas a las que tengo muy cerca de mi: aquellas a quienes veré después y, especialmente, a la de aquellas que no volveré a encontrar nunca más.