26.11.12

¿Bon nadal?

El otro día iba paseando por la calle cuando me quedé sorprendida mirando las primeras y escasas luces de navidad que encontré. Bon Nadal podía leerse en el luminoso de color azul y blanco... ¿Bon Nadal? -me pregunté yo a mi misma… ¡ja! -me respondí acto seguido. Creo que es la primera vez en mi vida que me digo algo así a propósito de la Navidad. Una época del año que siempre me ha encantado y arrancado una gran sonrisa: el frío, la nieve, los villancicos, los adornos, los regalos, las reuniones familiares, la ilusión en los rostros de los niños… Pero no sé muy bien por qué esta vez todo me parece distinto. Será que mis ojos no miran igual, o que me siento predispuesta a que todo me parezca gris en vez de color verde o rojo. Será que todo en este mundo me resulta “una mentirita liada en un trapo” y eso hace que hasta la navidad me parezca un hastío… no lo sé. El caso es que me siento triste y no quiero que nadie me desee felices fiestas o me diga qué voy a hacer para nochebuena y/o navidad, porque solo de pensarlo me entran retortijones de barriga.
Sí, ya lo sé. Nada es blanco ni negro, hay una gama tremenda de blancos y grises, pero yo ahora no los veo y, aunque tengo unas semanas para cambiar de parecer hasta que esos días lleguen, lo cierto es que por ahora ni bon, ni leches en vinagre.

23.11.12

El olmo no puede dar peras

En todas las relaciones hay expectativas, y cuanto más fuerte es el lazo que une a dos personas éstas son aún mayores. Las expectativas no son malas, al contrario, son necesarias. Si nunca esperáramos nada de nadie, ¿qué clase de relación sería esa? El problema surge cuando pretendemos que el otro sea o actúe como no es. A nadie se le ocurriría decirle a un violinista que, en vez de tocar el violín, tocara la flauta; o a un panadero que, en vez de pan, cosiera vestidos. Tampoco le diríamos a un niño de cuatro años que nos hiciera una paella, ni a un abuelo de noventa que hiciera el pino. Parece descabellado, pero esto es lo que hacemos constantemente unos con otros: demandar y demandar sin pararnos a pensar en lo que estamos pidiendo y a quién se lo estamos pidiendo. Sí, a menudo nos empeñamos en pedir cosas "imposibles" a quienes más queremos. "Imposibles", no porque no se pudieran conseguir, sino porque nunca se aprendieron ni se quieren o pueden aprender ya. Se sufre mucho hasta que no entiendes que "no puede ser", pero puedes atenuar el dolor cuando te das cuenta que quien no te da no lo hace porque no quiere, sino porque no sabe. Nadie es mejor ni peor por dar o no dar, ni por recibir o no. Y, puede que quizá eso no te valga en un momento dado para excusar a alguien de quien esperas mucho más, pero sí para no perder un tiempo precioso en frustrarte por lo que no es y, probablemente, no sea. Todos tenemos la capacidad de ponernos en el lugar del otro. No esperes que siempre sean los demás quienes se pongan en tu lugar. Empieza tú!