23.11.12

El olmo no puede dar peras

En todas las relaciones hay expectativas, y cuanto más fuerte es el lazo que une a dos personas éstas son aún mayores. Las expectativas no son malas, al contrario, son necesarias. Si nunca esperáramos nada de nadie, ¿qué clase de relación sería esa? El problema surge cuando pretendemos que el otro sea o actúe como no es. A nadie se le ocurriría decirle a un violinista que, en vez de tocar el violín, tocara la flauta; o a un panadero que, en vez de pan, cosiera vestidos. Tampoco le diríamos a un niño de cuatro años que nos hiciera una paella, ni a un abuelo de noventa que hiciera el pino. Parece descabellado, pero esto es lo que hacemos constantemente unos con otros: demandar y demandar sin pararnos a pensar en lo que estamos pidiendo y a quién se lo estamos pidiendo. Sí, a menudo nos empeñamos en pedir cosas "imposibles" a quienes más queremos. "Imposibles", no porque no se pudieran conseguir, sino porque nunca se aprendieron ni se quieren o pueden aprender ya. Se sufre mucho hasta que no entiendes que "no puede ser", pero puedes atenuar el dolor cuando te das cuenta que quien no te da no lo hace porque no quiere, sino porque no sabe. Nadie es mejor ni peor por dar o no dar, ni por recibir o no. Y, puede que quizá eso no te valga en un momento dado para excusar a alguien de quien esperas mucho más, pero sí para no perder un tiempo precioso en frustrarte por lo que no es y, probablemente, no sea. Todos tenemos la capacidad de ponernos en el lugar del otro. No esperes que siempre sean los demás quienes se pongan en tu lugar. Empieza tú!

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